Una Ciudad para todos
La preocupación por el deterioro en la calidad de vida de nuestras ciudades se ha vuelto por fortuna, una conversación frecuente. Cada vez son más los artículos y foros en los que el crecimiento desordenado, las afectaciones al medio ambiente, la infraestructura insuficiente o la falta de vivienda digna se convierten en el eje de la discusión.
En el contexto actual, tenemos que tomar en cuenta que aún no termina la Pandemia del Covid 19 y que ésta ha marcado nuestra vida personal, familiar y comunitaria, no sólo en los temas de salud y desarrollo económico, también ha transformado la manera en la que vivimos la ciudad y convivimos en sus espacios. Sería imposible no referirse a la Pandemia como un nuevo punto de partida en la búsqueda de Una ciudad para Todos.
También es cierto que la experiencia de la pandemia y este reinicio hacia lo que se ha dado por llamar la “Nueva Normalidad” es una oportunidad histórica que requiere de objetivos claros, de estrategias audaces y de acciones inmediatas. Y sobre todo, que necesitamos de las mejores herramientas para la planeación y la ejecución de proyectos de inversión, para orientar la urgente reactivación de la ciudad hacia un nuevo escenario de crecimiento y bienestar.
La Nueva Agenda Urbana para el Desarrollo Sostenible
En la preocupación internacional por la calidad de vida, los ejercicios más completos y recientes en los que se identifican las problemáticas en todos los temas del desarrollo sustentable y se adoptan objetivos comunes de bienestar, son sin duda: El Acuerdo de París y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible del año 2015, y por supuesto, La Nueva Agenda Urbana adoptada internacionalmente en el seno de la reunión de Hábitat III de la ONU, celebrada en Quito, Ecuador, el 20 de octubre de 2016. Estos acuerdos internacionales rigen y orientan hoy los procesos de planeación con los que se discuten y actualizan los marcos normativos del desarrollo en muchas ciudades en el mundo.
La Nueva Agenda Urbana reconoce los vínculos entre el desarrollo ordenado y la creación de empleo, las oportunidades de generar medios de subsistencia para la población en general y la mejora de la calidad de vida, que deberían incluirse -señala esta Nueva Agenda- en todas las políticas y estrategias de renovación urbana.
Mi propia experiencia en estos temas como profesional de la arquitectura, el desarrollo urbano y la infraestructura, tanto en encargos públicos como en proyectos privados, me ha permitido entender que para lograr estos objetivos, es necesario trazar una ruta que tome en consideración al menos seis objetivos y acciones concretas, a los que me referiré en diferentes artículos. El primero de los objetivos y acciones:
El Modelo de Desarrollo debe ser el resultado de un amplio Consenso Social
Ningún tema es tan polémico entre la comunidad como el “Uso del suelo”. La información sobre lo que se puede construir o no en un predio se ha convertido en materia de verdaderos expertos, y la comunidad se entera de los proyectos cuando ya se encuentran en proceso, generando en muchos casos un rechazo social inmediato, incluso sin saber de que se trata y de los beneficios que puede representar.
Necesitamos aprovechar para renovar los Planes de Desarrollo Urbano, y hacerlos coincidir con los Objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) de la Nueva Agenda Urbana. Y en un ejercicio semejante al que condujo a la adopción de esta Agenda por los países miembros de la ONU, las autoridades municipales y estatales deberían apoyarse en la figura de un Consejo para el Desarrollo Sostenible. Se trata de convocar a la creación de un órgano consultivo, diseñado para escuchar a todos los actores involucrados en el desarrollo local y aprovechar su experiencia y sus propuestas, en la actualización de los instrumentos de planeación y en el diseño de políticas públicas para la reactivación de la economía con una clara orientación social y sostenible.
Este órgano de consulta, que deberá contar con la participación de destacados actores de la sociedad civil, del sector privado, de los profesionales y los técnicos, de la comunidad científica y académica, de funcionarios y legisladores locales y de muchos otros interesados pertinentes, permitirá discutir los principales desafíos del desarrollo local y regional; proponer proyectos y acciones para mejorar los niveles de bienestar de la población y; generar los concensos necesarios para la Actualización del Marco Normativo y sus Instrumentos de Gestión, en los que se deberán definir las normas aplicables a los proyectos en general, y se deberán diseñar los programas de intervención física y social.
Este puede ser sin duda, el primero de los pasos en la dirección correcta para orientar el desarrollo económico post pandemia, hacia mejores niveles de calidad de vida para todos, y sobre todo, para vincular el desarrollo con el desarrollo social.
En las siguiente aportación, abordaremos el tema de la Normatividad y Gestión de Proyectos Económicos. ¡Hasta entonces!