Huella de carbono y cambio climático.
El primero es un síntoma, así mismo son metodologías para medir las consecuencias que deja al medio ambiente cada actividad humana. Está relacionado, principalmente, aunque no únicamente, con la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) que resultan de las actividades humanas, tanto de la población en general, como las actividades productivas.
Existen, desde hace 25 o 30 años metodologías para determinar el mayor o menor impacto que producen en este sentido todas estas actividades humanas. Prácticamente todas las actividades humanas generan dióxido de carbono. Uno de tantos ejemplos es la ganadería, la cual es considerada como un alto generador de huella. No se diga las actividades industriales, o incluso la utilización de vehículos eléctricos para movilidad urbana, ya que la producción de baterías y su disposición final, son de alto impacto ambiental.
Por otra parte, el 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. A estos se les ha llamado “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS). Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos 15 años. En documentos relacionados, se señala que 2019 ha sido el segundo año más caluroso de todos los tiempos y que los niveles de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI) aumentaron a niveles récord.
Y después tenemos el 2020, año del COVID, en el cual, las medidas de emergencia para mitigación y/o control de propagación del virus, aparentemente produjeron un “gran alivio” al planeta; y, sin embargo, este efecto “positivo” no está más allá de un 6% de reducción en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), además de haber sido sólo temporal y que tenderá a volver a sus niveles previos en un tiempo corto
En este sentido, las consecuencias de la huella de carbono son, precisamente, el cambio climático referido al calentamiento global.
Protocolo de Kioto
La idea de que los cambios ambientales se miden es muy vieja, pero se generalizó a partir del Protocolo de Kioto. En concreto este protocolo pone en funcionamiento la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático comprometiendo a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de conformidad con las metas individuales acordadas.
Existen más invenciones e instrumentos, como parte de los esfuerzos globales para mitigar los efectos de la huella de carbono sobre el cambio climático; sin embargo, una idea clara que me gustaría poner sobre la mesa es que hoy es imperdonable la postura de no hacer nada, ya sea como naciones, como sectores de la sociedad o como actores generadores de dióxido de carbono.
Actualmente, a nivel mundial nos encontramos en un periodo de transición energética. Hay camino andado, prácticas implementadas, tecnologías desarrolladas al respecto que ya funcionan; y, aún así, hay mucho más por seguir desarrollando, experimentar, inventar.
Hoy, sin lugar a duda, es indiscutible que, cada acción encaminada a reducir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), desde la más pequeña hasta las más globales, son aportaciones para lograr conservar habitable esta nuestra única casa, que es el planeta Tierra