Históricamente, el arte en sus diferentes manifestaciones (pintura, escultura, danza o música) ha estado siempre inmerso en un espacio físico con las características que cada una de ellas requiere, realzando la intención y el tema propuesto por el artista. Para este fin, la arquitectura juega un papel muy importante en diferentes aspectos, pues la percepción del público es en tres dimensiones dentro de un espacio pensado y desarrollado en una obra arquitectónica.
Desde principios de la humanidad, el hombre casi instintivamente buscaba preservar su obra y dar testimonio de cómo vivía. Los griegos y sus teatros al aire libre, diseñaron espacios pensando en gradas cómodas y en términos acústicos para que el máximo de gente posible disfrutara del teatro y la dramaturgia. Los grandes teatros de los siglos posteriores en Europa para escuchar música y opera, sin olvidar las culturas de oriente, China y Japón. Los árabes con sus salones para orar y representar gran parte de su arte en mezquitas de una belleza indescriptible. Las culturas de América con sus imponentes construcciones perfectamente decoradas con frescos de la vida y sus deidades. En fin, no es posible pensar en ninguna manifestación artística y de expresión humana sin importar el periodo de tiempo o el lugar donde estuvo cualquier cultura esta ha estado íntimamente ligada con un espacio natural o construido.
Igual que la humanidad ha evolucionado, las artes y la arquitectura han ido de la mano avanzando cada paso, adaptándose a los tiempos y las expresiones de cada época. Ahora vemos ya espacios impresionantes donde la arquitectura es parte de la obra, es decir, no se puede separar la pintura y la escultura del lugar que lo resguarda o siendo parte de ella.
En mi opinión y solo por citar un par de ejemplos que he tenido la fortuna de conocer, podemos empezar con la obra de Antoni Gaudí que como arquitecto y artista plasmó en su obra una fusión perfecta de ambos universos. Pocos espacios dan la sensación de entrar y caminar dentro de una obra de arte. Este arquitecto logró como pocos un ambiente donde el color, las formas, las texturas provocan ambientes y sensaciones muy particulares, todas diferentes como lo es cada persona que camina y admira su obra.
Estar en la Sagrada Familia es tener una experiencia que sobrecoge por su magnificencia y realmente hace sentir algo más grande que nosotros. Sus obras Casa Batlló, parque Guell, El Capricho, Casa Calvet, Casa Milla por mencionar algunas, dan rienda suelta al genio creativo que desarrolló un lenguaje propio, combinando detalles naturistas con sistemas constructivos revolucionarios.
Cambiando de época el Museo Guggenheim Bilbao es un ejemplo claro y perfecto de una colaboración moderna a gran escala, entre la administración de la cuidad Vazca de Bilbao, la fundación Guggenheim y la genialidad de Frank Gehry. El es uno de los arquitectos contemporáneos que considera que la arquitectura es un arte, en el sentido de que una vez terminado un edificio, éste debe ser una obra de arte, como si fuese una escultura.
De esta colaboración surgió una obra que cambió la cara de una cuidad creando todo un concepto integral artístico. Se combina a la perfección el espacio, la iluminación natural y artificial, los materiales, acero, cristal, los elementos básicos, agua, aire, fuego, con las formas aparentemente caprichosas pero pensadas a detalle y llevadas al máximo. Esta pieza se diseñó y construyó para contener expresiones artísticas de todo tipo, desde escultura monumental, pintura, instalaciones multimedia, danza, performance y todo tipo de manifestaciones de arte moderno, esto además dentro y fuera del museo, siendo todo el conjunto una pieza de arte monumental que le da el sello particular al carácter y espíritu de toda una ciudad.
Estos dos ejemplos de la arquitectura y el arte, son solo un pequeñísimo testimonio y legado que dejan artistas-arquitectos que pasan a ser patrimonio humano dentro de un universo que día a día genera más espacios en todo el mundo con obras excepcionales.