Desde el año 1972, se ha venido abriendo la discusión al respecto de la sostenibilidad. Hoy famosos por haber sido los primeros en postular una definición al respecto, la escuela Meedows planteó en aquella época el tema del agotamiento de los recursos, la destrucción de espacios y de formas de vida, la degradación de los suelos, la deforestación de bosques, los problemas de la sobrepesca y de las pérdidas de la biodiversidad.
Posteriormente, en 1987, el concepto de “desarrollo sostenible” fue expuesto en “Nuestro Futuro Común” de la autora Marie Gro Brundtland. En este libro plantea las dimensiones: social, económica y medioambiental, con lo que nos permite apostar por un escenario habitable, equitativo y viable.
En este mismo periodo, surgió el concepto de desarrollo sostenible, que está definido por la ONU, como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”.
Mas recientemente, como parte de los efuerzos mundiales por tomar acciones que realmente conduzcan a resultados, es aprobado por diferentes paises un documento llamado “Los objetivos del Milenio”, del cual deriva la hoy conocida “Agenda 2030”, que contiene 17 objetivos y 169 metas, enfocadas a la implementación de medidas para promover la equidad, el bienestar y la sostenibilidad.
Específicamente en lo referente al mundo inmobiliario, y como una de tantas lineas de acción conducentes a la disminución de la huella de “carbono” producida por los usos urbanos, como son edificios, centros comerciales, centros industriales, entre otros, se ha venido avanzando por parte de los paises (y más específicamente en la ciudades), en el desarrollo de edificaciones sostenibles, o sustentables.
El objetivo en forma de idea, es conseguir en los proximos años la construcción de edificios, los cuales, en su fase de construcción, produzcan la menor afectación posible al entorno en el cual se edifican. Esto implica que los métodos constructivos, los procesos, los equipos, herramientas y materiales, tendrán que ser cada vez más eficientes en cuanto a la ejecución y los desperdicios propios del trayecto de las obras.
El otro aspecto y más relevante, es enfocarse en construir edificios que, en su operación y funcionamiento, se acerquen al concepto de Residuos Sólidos Urbanos igual a cero (RSU=0), o bien, dicho de otro modo, a que los edificios sean cada vez mas capaces de aprovechar la mayoría de sus desechos, para convertirlos en recursos energéticos o hídricos y, en todo caso, conseguir que los desechos finales sean, efectivamente, menores a lo que son en la actualidad.
La persecución de este objetivo obliga, en algunos aspectos, a la incorporación de materiales distintos a los utilizados hoy. Esto es, entre otros: elementos de absorción térmica, ventanas con cancelerías térmicas y cristales fotovoltaicos en algunos casos. También incorporar equipos de generación y de reuso de recursos, como biodigestores, sistemas fotovoltaicos, tratadores de aguas grises y aguas negras y procesadores de basura.
También hay que contemplar la incorporación de equipamiento tecnológico, como elevadores inteligentes, sistemas de iluminación inteligentes, sistemas de aire acondicionado, ventilación y calefacción inteligentes que permitan el resultado óptimo con el consumo energético mínimo.
Las consideraciones arquitectónicas son también esenciales al plantar un edificio amigable con su entorno urbano, en el sentido estético, de impacto a la comunidad que lo rodea, de embellecimiento a su alrededor (ejemplo: áreas verdes incluyentes, cumunitarias). Diseñar espacios agradables, ventilados e iluminados de manera natural en la medida de lo posible; siempre puede hacer la diferencia en cuanto al valor por m2 en los espacios de renta o venta.
Estos temas son para desarrollar y para enriquecer con las aportaciones de nuestros lectores. Estaremos muy complacidos en continuar con esta serie de artículos sobre Desarrollo Sostenible.
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